
“Vivía Treviana el lunes veintitrés de agosto de dos mil diez, con los graneros llenos y la uva pintando, en un verano más caluroso que otros. A veces me pregunto qué razones hacen que los primeros habitantes de un lugar decidan quedarse en él, e intento adivinar los motivos que animan a la gente a residir donde lo hacen hoy.
La quincena que precede a las fiestas de Treviana siempre está llena de sorpresas. Empezó con los ensayos de todos los danzadores bajo la atenta mirada de los jóvenes que se responsabilizan de que esta hermosa tradición siga viva. Se continuó, con una velada de cine de verano el jueves 19 de agosto, con la película “Lluvia de Albóndigas”, y el viernes, veinte de agosto disfrutábamos con la actuación del grupo de Teatro de Leiva con la obra “La Pedida”, de Jesús Miguel Alonso Chavarri. Durante los cinco días laborables de la semana muchos chicos y chicas participaron en el CURSO DE BAILE PARA LA PREPARACIÓN DE TEMAS DE MUSICALES que se exhibirían el día de la Asociación Cultural Amigos de Treviana, el jueves, veintiséis de agosto.
Así, llegamos a la semana previa a las fiestas de Treviana. Ese día amaneció raso, como casi toda la semana, y varias personas se dirigieron temprano hacia la plaza del pueblo, casi todos ataviados con un peto amarillo verdoso fosforito, sólo uno era naranja, fosforito también. Llegué a mi pueblo, el viernes anterior y ya me quedé intrigado con una serie de flechas pintadas en el suelo, hojas plastificadas pegadas en postes y barandillas. Algo se estaba tramando. Eran los encargados de que la carrera ciclista por los caminos del pueblo estuviese guiada y protegida desde la salida hasta la meta. Se fueron repartiendo a lo largo del recorrido, en los puntos previamente acordados por los organizadores y distribuidos en una reunión en el local de la asociación la víspera por la noche.
La primera etapa de la 1ª VUELTA CICLISTA POR TREVIANA, se inició con un cuarto de hora de retraso, como todos los acontecimientos importantes, los ciclistas rodaron con entrega y responsabilidad, desde Valdeloscaballeros, por el Berrojo, Fuentelaclara, la Ermita, la Losa, San Andrés, el Valle San Millán y terminando en la meta del Puente Primero ya casi en el Muro. Desde el primero al último, dieron lo mejor de sí, siendo resguardados, a lo largo de todo el trayecto, por ciclistas experimentados que repitieron el recorrido cuantas veces hizo falta, por un fotógrafo al que sólo le faltó el helicóptero, por un motorista que fue el amo de los caminos de parcelaria y hasta de los atajos de herradura, y jaleados a la llegada a meta por un nutrido grupo de espectadores y por la furgoneta blanquirroja de la Cruz Roja, que hizo lo mejor que puede hacer: no hacer falta. Sólo un detalle, fijaos si el espíritu y la salud de los trevianeses están en forma que la carrera la ganó un abuelo. Y que conste que corrían hijos, padres, tíos y abuelos.
Después de las fotos en la llegada, subimos el pecho del Muro, el ambiente era excelente, por encima de la clasificación todos sentíamos que lo que acabábamos de hacer era algo especial. Cuando coronábamos el Muro, unos andando, otros en bici, las sensaciones eran muy parecidas a cuando volvemos de la Ermita de Junquera con la virgen y los danzadores y suenan las campanas al vuelo.
Esa mañana, los más jóvenes, algunos incluso después de haber participado en la carrera ciclista, fueron al piso alto de la casa consistorial a ensayar las coreografías de baile que llevaban ya una semana preparando.
Desde el domingo veintidós, habían comenzado los partidos del TORNEO DE FRONTENIS, también llevaban algunos días con el de PING-PONG. Hacia las siete se concentraba mucha gente en el frontón, hubo partidos muy reñidos, comentarios divertidos, apuestas de boquilla y sobre todo deportividad y buen ambiente.
El día siguió excelente para disfrutar de la piscina y la noche con una luna llena imponente.
El martes veinticuatro amaneció temprano como acostumbra y algo más tarde que el lunes, los petos amarillos y naranja volvieron a recorrer Treviana, no sería raro que si esos días hubiese parado por allí un inspector de prevención de riesgos nos diesen un premio por ser uno de los pueblos más seguros de la Unión Europea. Tuvo lugar la 2ª etapa de la 1ª VUELTA CICLISTA POR TREVIANA, con un recorrido urbano por un pueblo, mismamente «bien rural». Se pusieron controladores en todos los puntos conflictivos, se hizo una vuelta de reconocimiento por parte de todos los corredores, se les hizo hincapié en que tomaran las debidas precauciones para acabar la prueba íntegros y sin poner en peligro la seguridad de los habitantes de nuestro pueblo.
La etapa era una contrarreloj, cada corredor saldría solo, aproximadamente cuando estuviera en la mitad saldría el siguiente. Todo transcurrió con normalidad, en alguno de los puntos de control los responsables pasaron miedo, se salió alguna cadena, se rozó alguna esquina, no hubo ningún accidente, dando muestras otra vez todos los participantes de un saber estar sobre la bicicleta que ni te cuento. Todos cruzaron la meta con la satisfacción a la máxima potencia, y no era de extrañar, pues quedó bien chula con los palos de la danza del árbol y con la iglesia de fondo.
El juez de la prueba, supo aguantar la presión de los corredores, que mientras comprobaba los tiempos era rodeado por todos ellos. Más que rivalidad era curiosidad por cómo lo hacía. Mucha gente se acercó hasta la plaza para ver la salida y la llegada, otros muchos lo hicieron desde sus casas, en puertas, terraza, balcones y ventanas; incluso alguno desde el coche o tractor porque se quedaron bloqueados por la paralización del tráfico en el sector del pueblo en el que transcurría la carrera. La sensación que daba el pueblo era muy acogedora, de contento general; me pareció ver sonreír a la Flora haciéndole cosquillas a la oca.
Los chicos y las chicas volvieron a sus ensayos de baile, entusiasmados.
En uno de los cafés que se tomaron después de las etapas de la vuelta ciclista, alguien lanzó una singular actividad deportiva: PRIMERA PRUEBA DE NATACIÓN VILLA DE TREVIANA, por grupos de cuatro relevos e individual cronometrada. Singular porque fue una y porque ésta se hacía en un pueblo de agricultura de secano, donde en tiempos de otro siglo se conocía a Treviana como el granero de La Rioja, donde hasta hace un año y un mes teníamos que hacer, como mínimo, 7 kilómetros en bicicleta para ir hasta el vecino pueblo de Leiva a aprender a nadar. Pues sí, la propuesta fue hacer una competición de natación en la piscina municipal de Treviana. Y no sé si fue por el café o por qué, el caso es que vaya que si se hizo.
De boca en boca la cosa fue tomando forma y se iban animando por cuadrillas, por familias,… Los iniciadores de la idea no podían dar marcha atrás, se vieron llevados en volandas por la iniciativa popular y con gracia y compás se dispusieron a ello.
El miércoles a la una del mediodía el entorno de la piscina era un hervidero. Por detrás de la valla que separa el césped del vaso había tumbonas alineadas, dentro del recinto piscinil se juntaban nadadores del campeonato con público, organización, y seguro que hasta algún perro que no pudo aguantar la curiosidad. Nos gustaría saber cómo lo veía todo el socorrista.
La piscina con cuatro calles bien amplias, la mar de bonita. Bajo el toldo de la terraza, los encargados de las inscripciones, no daban crédito a lo que estaba ocurriendo. El público también se agolpaba para ver lo que estaba a punto de tener lugar. Primero la prueba de relevos con cuatro nadadores por dos largos cada uno. Si la memoria no me falla fueron once los equipos relevistas. Luego vino la carrera individual contrarreloj, con veintitantos participantes. En el muro que separa el vaso que cubre del de iniciación, como mascarones de proa estaban vigilantes los encargados de que los nadadores cumplieran con las normas. Y de los nadadores y nadadoras qué decir, dado lo dicho de los antecedentes acuáticos del pueblo, el nivel fue extraordinario, lástima que no se homologuen las marcas por falta de gorro de baño, aunque no faltaban gorras y alguno de paja entre el público, que consiguió crear un marco colosal. Aparte el lujo que supone disfrutar de las vistas de nuestro pueblo desde allí.
Cada día transcurría con la ilusión de las cosas por hacer, que previamente había que preparar, detalle a detalle, los días anteriores.
Llegábamos así al jueves, veintiséis de agosto, el DÍA DE LA ASOCIACIÓN DE AMIGOS DE TREVIANA. Una vez más, movimientos preparatorios de muchas personas que no escatimaron en esfuerzo, generosidad y ánimo, y que es importante saber valorar.
A las once menos cuarto en Briones. Apreciar nuestro pueblo nos enseña a aprender de otros pueblos, y para ello lo mejor es tomar ejemplo de los más cercanos. Visitamos la ermita octogonal, paseamos por las señoriales casas de la villa, cruzamos las puertas medievales, ascendimos a la torre del castillo desde donde divisamos media Rioja hacia el este, la sierra de Cantabria al norte, los montes Obarenes al noroeste y al sur la Sierra del San Lorenzo y otras del Sistema Ibérico. Hasta llegar a la monumental iglesia, donde además de mucho arte en arquitectura, escultura y pintura, escuchamos la música de algunos de nuestros paisanos artistas iniciados, tocando el órgano.
Desde allí a la “casa encantada” o palacio del Marqués de San Nicolás; los niños más pequeños ardían en deseos de llegar a ella desde el principio. No sé si lo que encontraron en ella satisfizo sus ansias. De la mano de una especie de hada fuimos recorriendo muchas de las cosas que todavía se guardan en las casas de los pueblos, muchos de nosotros reviviendo las labores de nuestra niñez (la matanza, el frío invierno y la forma de resguardarnos de él,…).
De vuelta a la Ermita de Junquera todos ayudamos a que la comida estuviera a punto: entremeses fríos, ensalada ilustrada y lacón asado; melón, sandía, café, galletas y licor, y buen pan y vino. El tiempo acompañó con un bochorno y un aire cálido que fuimos olvidando con la buena mesa y mejor compañía.
Para combatir el calor una batalla de globos de agua para los niños y luego a jugar: carrera de sacos, juegos a ojos ciegas, juegos de corro,…
Al anochecer, mientras la coral en la iglesia daba los últimos retoques, disfrutamos lo nuestro viendo en la plaza, primero a un grupo de niñas y un niño bailando dos temas, después a unos chicos y chicas que recordaron los tiempos más jóvenes de sus padres; todo ello con una estupenda coreografía de la profesora. Dejando claro que los ocho días de CURSO DE BAILE PARA LA PREPARACIÓN DE TEMAS MUSICALES había merecido la pena.
Acto seguido dio comienzo la actuación del grupo CANTOBLANCO, que llevan veintisiete años interpretando temas del más variado folklore riojano. Incluyendo entre ellos uno de nuestros afamados gaiteros de Treviana: Aniceto y Perico. A medida que fue anocheciendo la cosa fue entrando en sazón y el sabor final fue de muy buen gusto.
La madrugada se remató con una ronda o pasacalles rumboso a base de las cuchufletas y melodiosas voces de las mujeres que cenaron juntas, reviviendo los recuerdos de la época dorada de la “banda del cartón”.
El viernes, primer día de fiesta, llegó sin darnos cuenta, y es que ya llevábamos toda la semana de jarana. Se lanzó el cohete de comienzo de fiestas y nos vestimos esta vez de BARAJA ESPAÑOLA, que todo en la vida es juego, para dar el pasacalles a son de CHARANGA; y por si fuera poco este año tuvimos dos. La primera nos acompañó por las calles del pueblo, con el dragón multicolor que a buen seguro le gusta nuestra fiesta, pues lleva aguantando varios años. Y qué contar de nuestros cabezudos: el narigudo, la viejita y el negro; deben de ser de granito por debajo del cartón, a juzgar por las décadas que resisten como si fuera el primer día. Oros, bastos, espadas y copas fueron la cara del paseo por calles y callejas, llanos y cuestas, hubo ricos por un rato, y hasta alguno disfrutó las glorias de la monarquía; entre las cortinas más variopintas se mostraba el reconocimiento de los vecinos del pueblo contagiados del aire de fiesta, que se iniciaba con esta vuelta por Treviana protagonizada por la Asociación Cultural Amigos de Treviana, músicos y demás comparsa. Numerosos curiosos, no pudieron resistirse a la tentación de dar un paseo por el pueblo, como si se tratara del flautista de Hammelin, y se dejaron llevar por la música.
A la una, el vermú con LA DEGUSTACIÓN DE PINCHOS elaborados por la gente de la Asociación Cultural de Amigos de Treviana, qué lujo de barra. Se instaló este año en los arcos del ayuntamiento, con mesas y la segunda charanga, ésta de estreno, músicos jóvenes con proyección. Durante toda la semana se vendieron boletos para una RIFA en la que se participaba en el sorteo de una cena para dos personas en el restaurante la Vieja Bodega de Casalarreina.
Por la tarde, la fiesta de la espuma en la pista polideportiva.
Desde primeros de Agosto, en la capilla del Cementerio de Treviana, están realizándose obras; otro motivo para acercarse hasta allí, después del fútbol y los toros, ver y comentar cómo van las obras es la afición que más tirón tiene entre los españoles.
Desde hace días, en la iglesia Santa María la Mayor se venía celebrando la novena por la virgen de Junquera, a la cual en nuestro pueblo se tiene una gran devoción.
El primer día de la fiesta, se celebraba una misa seguida de una actuación de la coral Santa María la mayor de Treviana, algunos temas instrumentales con flauta travesera y órgano, una voz solista lírica estelar y el recitado de poemas y loas a la Virgen de Junquera; todo ello por gente de nuestro entrañable pueblo, desde la sencillez y con mucho arte. Aprovecho para reconocer el mérito que tiene que año tras año sigan enriqueciendo cada cita anual y sobre todo en el caso de la coral, la misa de cada domingo.
Sin apenas tiempo para recoger partituras e instrumentos, la fiesta seguía su programa fuera, en la plaza.
EL CONCURSO DE DISFRACES, entre dos luces, todos los participantes con el freno de mano bien puesto, se apostaban en el pecho de bajada a la plaza, cerca de donde fue la salida de la 1ª Vuelta Ciclista. Albañiles a lo Manolo y Benito; rectores de universidad que a ver si consiguen reabrir la escuela; moteros; ¿modelos de alta costura o chic@s de internado?; la Blasa con “el tío de la Vara”; brujas y piratas; sevillana; zipi y zape; un guerrero medieval con su maza; un tigre; Bobs esponja y Patricio; hadas de alguna serie de televisión; Pocoyó; indios; cocineros y espero no dejarme a ninguno. Todos ellos estupendamente caracterizados desfilaron por la plaza abarrotada de público y una vez que se sacudieron la timidez consiguieron arrancar carcajadas aparte de hacer que se les cayera la baba a todos sus familiares.
Después, otro año más, con su naturalidad y saber hacer asistimos a una sesión de baile infantil y juvenil, llevados paso a paso por las indicaciones sugeridas por la animadora de la discoteca móvil. Tres hurras por ella y que continúe viniendo el próximo año.
Tras la cena, la verbena con discoteca móvil, que incluía una actuación de un quinteto, de voces, acompañándose de bajo y guitarra en vivo.
El sábado, veintiocho de agosto, a las nueve de la mañana ya estaba el pueblo lleno de danzadores y al son de los gaiteros y el tamborilero, fuimos preparándonos para una de las mañanas más queridas en Treviana: la de la romería a la ermita de Junquera. Como si se tratara de un hormiguero, con actividad frenética, para llegar a tiempo todos acudíamos a por el pan y a llevar los corderos para la comida al horno.
A las once, una larga hilera de jóvenes y niños, con toda su energía dibujaban una bella escena rematados por la imagen de la virgen de Junquera al calor de todos los que por estos días habitan nuestro pueblo.
Difícil relatar las emociones que nos embargan, mientras los danzadores bailan la danza al son de tambor y dulzaina, y se pierden las miradas en los campos o al pasar por las calles del pueblo, y qué decir cuando ya avistamos el edificio de la ermita, y entre unas y otras, siempre la figura de la virgen de Junquera. ¿Quién, haya sido o no danzador, no se ve a sí mismo danzando, como si de un milagro se tratara?
La misa en la ermita, llena hasta arriba, acompañada por la coral, y la salve; sólo para vivirlo. Luego las danzas: el árbol, los palos, las cintas,… y la charla animada con hijos del pueblo y allegados que no dejan pasar la cita de la ermita cada año, siempre que la salud acompañe. Es en esta ocasión, especialmente, cuando más hacemos honor al hecho de sentirnos parte de nuestro pueblo. Se convierte en un vermú cooperativo, en el que cada uno saca lo mejor de sí mismo. Luego se quedan a comer algunos la comida campestre, con el denominador común de la paella que allí se cocina. Los que se suben al pueblo, han de ir al horno, donde se ha ido asando el cordero envuelto en el aroma del pan; los comensales esperan hambrientos tan suculento plato.
Hacía las seis hay que prepararse para acompañar en el camino de vuelta a la Virgen de Junquera. El campanillo llama a reunirse a los danzadores que han sesteado por la pradera de Junquera. Vuelve a salir la virgen a hombros y las hileras de danzadores se arrancan a danzar con fuerzas renovadas. El camino con el sol de cara, es si cabe más intenso en lo tocante a emoción, la charla con algunas personas es providencial, pues seguramente hasta el próximo año no se podrá repetir. Al llegar hacía el pecho del Muro, casi todo el pueblo que no ha bajado espera a los que han subido desde la ermita y el resto del camino se hace hombro con hombro, apenas dejando sitio a los que danzan, que envalentonados por el calor humano se emplean con más bríos si cabe. El último tramo, al girar hacia “la rejilla” viendo las campanas en la torre y con su sonido a “vueltas”, es un vacío en el tiempo y se remata con las memorables “vueltas” en la plaza por los motivos más variados en honor de la virgen de Junquera; y con la “salve” dentro de la iglesia.
Luego hubo baile antes de cenar. Y después la verbena.
El domingo, veintinueve de agosto, último día de fiesta, empieza con pasacalles de los danzadores, gaiteros y el tamborilero. Luego la misa, con la iglesia llena como pocas veces la virgen de Junquera estrenó un manto, confeccionado por una persona del pueblo.
Por la tarde, un espectáculo de variedades, donde hubo intérpretes de canción ligera, un mago y un humorista.
Por la noche, verbena muy animada, con los valientes que aguantan la cuarta noche de trasnochar y no quieren que las fiestas de este verano terminen. A las cuatro, la traca final de fiestas, jóvenes y no tanto se quedan en la plaza. Se improvisa una “queimada” en los “arcos de arriba” y un grupo de jóvenes maduros en torno a ella, canta canciones de hace tiempo; hasta finalmente se arranca a jugar a “juegos de corro” como el de “cantinerita, niña bonita”,…
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